Infantería liberal

El ejército liberal fue, exceptuando algunos oficiales apartados del mando como Zumalacárregui, el mismo que tenía Fernando VII, ya que antes del fallecimiento de este monarca se produjo una depuración de elementos absolutistas de la armada. Además se vio reforzado por la incorporación de algunos militares exiliados como el navarro Espoz y Mina, que pasaron a apoyar a la regente María Cristina  ante la sublevación carlista.

No es fácil calibrar el volumen de las tropas que defendieron el derecho de Isabel II al trono, ya que fueron realizándose diversas quintas a lo largo de la guerra para ir engrosando las filas del ejército, aunque se supone que fueron movilizados más de 300.000 hombres. Pero no todos estuvieron a la vez a disposición del gobierno liberal.

Se calcula que el ejército del Norte, el que luchó en territorio vasco, basculó entre los poco menos de 18.000 con los que contaba cuando se inició el conflicto a los más de 120.000 que lo conformaban en 1835, pasando por grandes fluctuaciones debidas principalmente a la mala gestión de los diversos gobiernos. No obstante, a partir de ese máximo podemos afirmar que nunca bajaron de 70.000 los soldados dedicados a derrotar a los seguidores de Don Carlos.

Este ejército tuvo que enfrentarse no sólo a un territorio hostil en su mayoría, sino también y principalmente a la desastrosa gestión política que lo mantuvo mal equipado, escasamente suministrado y muy deficientemente pagado, a lo largo de casi toda la guerra. Así se lo explica el general Fernandez de Cordova al ministro de la guerra en noviembre de 1835:

"Vale mas tener menos tropa y más dinero que aumentar aquellas sin tener numerario para pagarlas, subsistencias para asistirlas y fortificaciones que son tan largas, difíciles y costosas de hacer como indispensables de anticipar ya, para que luego puedan servir de apoyo a las tropas que operan; pues sin esas fortificaciones creo que 300 mil hombres no lograrían la apetecida pacificación."

 

Por otra parte no podemos olvidar a los voluntarios de la Milicia Nacional, los Txapelgorris y los apoyos internacionales de la Legión Auxiliar Británica, la Legión Extranjera francesa y las tropas portuguesas comandadas por el Barón das Antas, que también contribuyeron a engrosar las filas liberales.

En cuanto a los mandos, el ejército liberal contó con los más destacados de la época como Sarsfield, Quesada, Rodil o Valdés, dando paso también a nuevas figuras como Espartero, Narváez o Diego de León, que fueron adquiriendo su prestigio militar precisamente en esta guerra. Estas figuras emergentes condicionarán la política del país durante los siguientes 30 años.