Artillería carlista

Aunque en el inicio de la guerra los carlistas contaban con 4 cañones pertenecientes a los Voluntarios Realistas de Vitoria, a los pocos días los perdieron al dispersarse los voluntarios. No podemos hablar de artillería carlista hasta finales del año 1834, cuando se capturan 2 cañones a O'Doyle en Alegría de Alava y se incorpora a las filas carlistas Vicente Reina, que se dedicó a fundir nuevas piezas.

 


Zumalacárregui fue informado de la existencia de un viejo cañón en una playa vizcaína y lo mandó trasladar a Urbasa, donde lo enterró hasta mejor ocasión. El tipo de guerra que desarrollaron los carlistas los primeros meses les impedía trasladarse con los cañones, por lo que se enterraban tras cada uso hasta la siguiente oportunidad. Cuando los voluntarios vieron el cañón vizcaíno, lleno moho y roña lo bautizaron como "el abuelo". Participó, junto a los cañones fundidos por Reina en la toma de Irurzun, Echarri-Aranaz, Treviño y Ordizia. Reventó varias veces, pero lo arreglaban y siguió dando servicio a los artilleros. Con la obtención de nuevas piezas, los carlistas dejaron de usar "el abuelo" tras el primer sitio de Bilbao.

 


En 1835 se unió a los carlistas el brigadier de artillería Joaquín Montenegro, que se encargó de organizar el cuerpo y fue su responsable durante toda la guerra. Montó la Maestranza y fundición de Zubillaga en Oñate, organizando hasta una escuela para artilleros. Su capacidad organizativa hizo que los carlistas dispusieran de entre 60 y 70 cañones durante la mayor parte del conflicto. No obstante los seguidores de Don Carlos nunca llegaron a tener una fuerza de artillería de envergadura para conquistar una plaza fuerte como Pamplona o San Sebastián y, en los sitios de Bilbao, siempre estuvieron en inferioridad con respecto a la artillería liberal.

 

En cuanto a la munición, al iniciarse la guerra las fábricas de pólvora y balas fueron itinerantes y ya a partir de 1836 se establecen en Tolosa, Villarreal de Alava y las Amescoas. Sin embargo la principal fuente tanto de armas como de munición para los carlistas durante la primera fase de la guerra fue el propio ejército liberal. Por ejemplo en enero de 1834 Zumalacárregi conquistaba la fábrica de armas de Orbaizeta, capturando un cañón y 50.000 cartuchos.